La situación actual del planeta, con 7.000
millones de personas pululando, y subiendo, un galopante cambio climático, el agotamiento
de los recursos naturales, etcétera, requiere de soluciones imaginativas,
rompedoras, inesperadas.
¿Y si al par o tres de meadas que hacemos al
día pudiéramos sacarle unos voltios? Una fuente realmente inagotable de energía,
ríanse del viento, el sol o sus parientes más cercanos. Un equipo
de científicos británicos ha comenzado la carrera por esta nueva fuente de
energía ¿limpia? Afirman que la orina es rica en componentes que podrían ser
aprovechados por algún tipo de células y bacterias para producir electricidad y están trabajando en un prototipo capaz de suministrar energía a hogares,
negocios e incluso a pueblos enteros. Están particularmente interesados en
aprovechar los 38.000 millones de litros de orina que se producen cada día en
las granjas del Reino Unido (supongo que dejarán para una segunda fase los
otros tantos miles de millones que podrían extraerse de los lavabos de los pub
ingleses, otra fuente inagotable procedente de las pintas consumidas
por los esforzados británicos).
Todo un logro para la humanidad si tienen éxito.
El par de reflexiones ante tamaño avance son las siguientes. Por una parte, el
futuro no es un flujo continuo y lógico de acontecimientos sino que avanza a
saltos bruscos, insospechados, incluso escatológicos. Segundo, los ingleses se nos han
adelantado en un terreno que parecía propicio para la quijotesca inventiva ibérica,
la de la fregona, la del chupachús. Sacarle energía a una buena meada tenía que haber sido cosa de un Profesor
Bacterio, de un Andrés Pajares con bata blanca, no de un doctorado en Oxford. Perdonen
el patrioterismo, pero nos han pisado el descubrimiento.
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