El sociólogo Donald T. Campbell describió el efecto perverso de los indicadores sociales para medir el éxito de un proceso, algo que se conoce como la Ley de Campbell.
Su observación sugiere que cuanto más utilizado sea un indicador social cuantitativo para la toma de decisiones, mayor será la presión a la que estará sujeto y más probable será que se corrompa y distorsione los procesos que se supone que tiene que medir. Algo así como un principio de incertidumbre social, según el cual no se puede medir o asignar recursos utilizando el mismo indicador.
Los ejemplos que leo sobre esta ley están centrados en cosas como el proyecto estadounidense "No Child Left Behind", una política que pretende que ningún niño se quede detrás en las actividades docentes. La perversión de esta política es que para conseguir los objetivos marcados el currículum académico se relaja.
Si lo trasladamos a la economía, el indicador estrella de cualquier empresa es la cuenta de resultados, un indicador definitivamente muestra la salud de una organización pero que al convertirlo en objetivo pervierte el funcionamiento de toda la empresa para conseguir un buen número, aunque la fortaleza de la organización para el futuro se vea comprometido.
Si lo trasladamos a la política, el número de escaños en el parlamento es el verdadero objetivo de cualquier partido político. Las decisiones que un partido toma están en función de como afectan a los escaños en una elección futura, no en función del bienestar de los ciudadanos.