Nunca he probado el caviar iraní, que
para mi mente plebeya es uno de los tópicos en cuanto a lujos gastronómicos se
refiere. Pero no me puedo imaginar que el placer de tomar una cucharada de
estos huevos de pez sea mucho mayor que el de disfrutar una jugosa naranja, o
un huevo frito con su puntilla, o una buena morcilla de cebolla…
En fin, que una cosa son los precios de
mercado, que mezclan oferta, demanda y petulancia, y otra el disfrute que las
cosas cercanas nos pueden proporcionar (y que a veces se nos olvida).
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