viernes, 15 de junio de 2012

La mano invisible... que nos aprieta el cuello

El Adam Smith la lió parda cuando le dio por hablar de lo de la mano invisible. Siglo XVIII, con las ideas newtonianas deslumbrando a todo “quisqui”, que parecía que la Naturaleza era un reloj al que le habíamos abierto las tripas y estábamos a punto de descifrar su funcionamiento. La Economía era sólo una Ciencia más que debía seguir las mismas reglas, y ahí estaba el bueno de Adam, el iluminado que nos iba a mostrar el camino.
Iluminado con todas sus letras, porque sus ideas, tan razonables, tan cómodas, tan convenientes, son en realidad un acto de Fe que no se ajustan a las reglas del método científico. Y sus seguidores, casi 300 años después, lo adoran con la misma devoción con la que los rocieros cantan salves a la Virgen.
La mano nos la echó al cuello.

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