Era Ignacio Felipe Semmelweis, durante años estuvo advirtiendo a sus colegas de la necesidad de lavarse las manos antes de atender los partos. Pero la gran mayoría no le hicieron caso, lo que convertía dar a luz en un Hospital en algo mucho más arriesgado que parir en la calle. Él lo descubrió porque en el que trabajaba, el paritorio al que acudían los médicos tras la diseccionar cadávares el ratio de muertes podía superar el 90%.
Harán falta unas décadas más hasta que se descubra el papel de los micro-organismos en las enfermedades infecciosas, y hasta que se convierta en práctica habitual eso de lavarse las manos antes de operar.
Al doctor Semmelweis no le fue demasiado bien en su cruzada, acabó totalmente desquiciado, pero con su esfuerzo logró salvar probablemente la vida de millones de personas.
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