Tiene mucho merito crear una empresa y hacerla rentable, y tiene un mérito enorme hacerla crecer y crecer hasta que tenga un tamaño que sobrepasa todas tus expectativas.
Puede llegar un momento en el que la empresa tiene miles y miles de empleados en mucho lugares del mundo, y ganas tanto dinero que tus asesores financieros te aconsejan las mejores formas de evitar impuestos.
Pero cuando llega a cierto tamaño y al dueño original le sale el dinero por las orejas, ¿puedes hacer lo que se te antoje con la empresa? Puedes decidir cambiar el lugar de la fábrica, de las oficinas, afectar la vida de miles de familias con tus decisiones. Llega un momento en el que los empleados parecen más súbditos de una propiedad feudal que trabajadores que contribuyen al beneficio de al empresa, que el paternalismo del propietario es tan atosigante que parece que si no estás eternamente agradecido pareces un traidor a la causa de la cuenta bancaria del dueño.
Llega un momento en el que el dueño se endiosa y toma decisiones basadas en sus santos cojones.
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