Satisfacer al jefe. Por temor a potenciales repercusiones que puedes sufrir si no lo haces, o porque te sale del alma.
Estos últimos son los pelotas natos, los lameculos innatos. Debe existir una proporción entre la población con esta propensión, proporción derivada de alguna combinación entre genética y efectos medioambientales. Siempre los ha habido, y siempre los habrá.
Lo peor es la cultura pelota que se puede generar en una organización si se dan las condiciones adecuadas. Unos jefes autoritarios, unas condiciones macroeconómicas poco estables, un nivel de desarrollo burocrático que hace que se diluya la relación entre responsabilidad, esfuerzo y resultados. Toda una organización puede convertirse en una organización gobernada por impulsos lameculistas: reuniones en las que, una y otra vez, no se dice nada coherente; falta de debate que desafíe las ideas que la gente propone; agachamiento generalizado de cabeza por el sentimiento derrotista de pensar "que le den por culo a todo, en cuanto pueda salto del barco"; falta de credibilidad en cualquier cosa que te digan...
Este es un riesgo que es directamente proporcional al tamaño de la organización, porque cuanto más grande es, más probable es que se den las circunstancias que lo favorecen.
A mayor tamaño, mayor lameculismo.
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