Imaginemos que la tecnología
es capaz, en un futuro más o menos lejano, de
transplantar nuestra mente,
nuestra esencia, a otro soporte físico. En un principio podría ser
el cerebro de una persona más joven, pero podría llegar el momento
en el que no tendría
que ser un soporte biológico, y
ni siquiera sería un artilugio físico concreto,
podría estar en una
“nube”, repartido por los
diferentes servidores de una
world wide web futura.
Estas
mentes podrían existir
durante cientos, miles de años, ser inmortales, aunque estarían
expuestos a nuevos riesgos: virus, obsolescencia, clonaciones...Una
existencia híbrida, entre lo humano y lo tecnológico, un salto
evolutivo de proporciones
cósmicas, una posibilidad
que por extraña, grotesca y rebuscada que nos parezca, está ahí.
Seres
como éstos estarían más cerca del concepto de dioses que del de
humanos, podrían cruzar el Universo, colonizarlo, entender su
sentido, o su sin-sentido. Pero no tendrían porqué ser ni Buenos,
ni Malos, sino todo lo contrario.