Forman parte de los recuerdos de infancia las películas en las que los indios Sioux, por ejemplo, bailaban alrededor del fuego pidiendo a los dioses que enviaran la tan ansiada lluvia. Y no es sólo algo que intentaran los nativos norteamericanos, que aquí mismo se sacaba en procesión a la Virgen o santo de turno, con variadas penitencias por parte de los procesionarios, rezando para que la sequía, ese factor exógeno, tan fuera de nuestro alcance, llegara a su fin. Pensamiento mágico, creo que llamarían a esto los antropólogos.
Y hay que ver lo que se parece todo aquello a la situación actual, en el que una sequía, en forma de crisis económica galopante, nos afecta, con los gurús, ministros, expertos y tertulianos varios tomando y sugiriendo medidas a diestro y siniestro, demostrando que nadie sabe nada, y que todos esos remedios tienen más de pensamiento mágico que de ciencia. Vamos, que lo mismo da rezarle a la Virgen de Guadalupe que invertir cien mil millones en el sector bancario (en lo que a los individuos de a pie respecta, claro).
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