Navegando por Internet he descubierto este corto, Nuit Blanche, de un cineasta canadiense, Arev Manoukian.
Precioso, ¿verdad? Es una pena que forme parte del espejismo al que estamos continuamente sometidos, sobretodo en estos tiempos en los que la tecnología nos confunde permitiéndonos capturar los instantes, rebobinarlos, reproducirlos, extasiarnos en ellos, escapando de la monotonía de una realidad más cargante, menos condensada, demasiado indisciplinada y compleja. Los instantes son más manejables, son piezas de puzzle que encajan unas con otras, nos ayudan a sentirnos más en control de una existencia disonante que se empeña en contradecirnos.
De todas formas la realidad siempre nos va a superar, nunca tendremos la capacidad de aprehenderla, así que, ¿por qué no?, recurrir a ideales platónicos puede ser, además de bello, práctico. Pero, cuidado, también puede peligroso y frustrante. Se nos puede olvidar que lo importante no es llegar sino disfrutar del camino.
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