Como ciudadano español, como ciudadano europeo, disfruto del privilegio de
poder viajar e incluso trabajar en diversas partes del mundo. Ahora mismo vivo
y trabajo en el Reino Unido y anteriormente lo hice en Guatemala, además de
haber tenido la suerte de trabajar en proyectos que me han llevado a Japón,
Australia, Estados Unidos, Francia, Alemania y Holanda. Sin ninguna traba
administrativa, sólo algún papeleo burocrático en el caso de Estados Unidos y
Australia.
Ciudadanos africanos se juegan la vida cruzando el Mediterráneo o el Atlántico
buscando las costas andaluzas o canarias. Algunos de ellos mueren. Niños,
recién nacidos, mujeres embarazadas están entre el pasaje de estas pateras.
Ellos cometieron el “error” de nacer un lugares “de segunda fila”, yo el
acierto de nacer en el “primer mundo”.
En un mundo de siete mil millones de personas es hasta cierto punto
inevitable que se produzcan sinsentidos como este. Pero estamos en condiciones
de remediarlo si nos pusiéramos de acuerdo en reconocerlo, algo tan simple y al
mismo tiempo tan difícil, el pensar que todas las personas somos iguales y
deberíamos tener los mismos derechos, oportunidades y obligaciones.
El corto plazo está minado con realidades que no permiten llegar a este
objetivo fácilmente, hay que ser realistas y entender que no podemos dar un
salto y alcanzar ese ideal mañana mismo, pero al mismo tiempo necesitamos de la
ingenuidad que nos permita construir un contexto en el que sea posible.
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