Las ecografías permiten hacer un seguimiento del embarazo,
detectar problemas, prevenir riesgos, además de algo que tiene más de
capricho que de otra cosa: saber el sexo del bebé.
Esta tecnología, unida a las políticas y a las preferencias
culturales en algunos países como la
India o China, ha provocado un desequilibrio del ratio de
nacimientos por sexo. Lo normal son 105
niños por cada 100 niñas, en estos países la media está en 118:100, con
algunas de sus regiones acercándose incluso al 150:100. Un desequilibrio de decenas
de millones de niñas que deberían haber nacido pero que no están ahí, con
consecuencias sociales que apenas empezamos a vislumbrar.
La ingeniería genética permitirá probablemente decidir sobre
la altura, el color de los ojos, la inteligencia, la capacidad atlética… Algo
tan tentador y hasta cierto punto comprensible puede, con el paso de los
siglos, no ya cambiar las sociedades sino derivar en la disgregación de
nuestra especie, reviviendo tiempos pretéritos, de cuando los Neandertales y
los Sapiens competían por la supervivencia en un mismo hábitat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario