Todo empezó en el
Precámbrico. Resulta que un antepasado mío, una procariota, tuvo
descendencia con errores genéticos. Pobres vástagos, debió pensar mi
ascendiente, pero estaba equivocado. Resulta que hubo un cambio de temperatura
brutal y los hijos “defectuosos” sobrevivieron, los “predilectos” fueron los
que la palmaron.
Las chapuzas
genéticas se sucedieron durante millones de años, la mayor parte de ellas eran
realmente cagadas que no favorecían en nada a los que las sufrían, pero muy de vez en cuando, por pura chamba, el error
combinado con un cambio del entorno resultaba beneficioso. Así sucesivamente,
durante ingentes cantidades de tiempo, hasta que mis padres, ya seres humanos,
de Albacete para más señas, me concibieron.
Otro tipo de errores, fuera del mundo genético, también pudieron influir en este afortunado suceso. Por ejemplo, dada la diferencia de edad con mis hermanos mayores no descarto que yo fuera fruto de un mal cálculo con el método de Ogino. O una rotura de condón. O una pastilla olvidada en el cajón.
Otro tipo de errores, fuera del mundo genético, también pudieron influir en este afortunado suceso. Por ejemplo, dada la diferencia de edad con mis hermanos mayores no descarto que yo fuera fruto de un mal cálculo con el método de Ogino. O una rotura de condón. O una pastilla olvidada en el cajón.
Así que, ¡Bienaventuradas
las Cagadas! Porque de los errores pueden aparecer beneficios
inesperados.
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