No tengo muchas fotos de cuando era niño. Me da envidia cuando lo comparo con mis hijos, que tienen fotos probablemente de cada mes de su vida. La implicación es que cuando sean mayores esas fotos activaran muchos más recuerdos sobre su vida de los que yo soy capaz de recordar sobre la mía.
Hay gente que tiene una buena memoria y pueden recordar muchos detalles de su pasado. No es mi caso, apenas recuerdo los más relevante. Pero estoy convencido que si algún amigo o familiar viniera con una vieja fotografía que yo nunca había visto, activaría recuerdos sobre lo acontecido alrededor de aquella foto.
Pero no se trata sólo de fotografías. Google Maps tiene un servicio que puedes activar desde el móvil, en el que graba dónde has estado, creando una visualización de la ruta que tomaste en un día determinado. “Gran Hermano” dirán algunos con asco. Pero no es mi caso. No me importa que Google se aproveche de esos datos porque me ofrece la oportunidad de recordar dentro de 40 años donde estuve y de esa forma activar mis recuerdos. ¿Hay algo más importante que los recuerdos? Somos lo que somos y lo que recordamos.
Nuevas tecnologías traerán nuevas formas de registrar nuestros día a día. Hasta que llegará el momento en el que lo registre todo. Otra vez, los más aprensivos verán esto con miedo. Yo lo veo como una oportunidad de ayudar a mi maltrecha memoria.
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