Hace poco murió un fervente creyente en el tierraplanismo, cuando probaba un cohete con el que pretendía ver por si mismo desde las alturas que todos los demás estamos equivocados.
Tiene su mérito esta actitud desafiante, de “pa chulo mi pirulo”, con la que trataba de ver por si mismo esa excelsa planicie que imaginaba. Todo ese esfuerzo, todo ese dinero, ese ir en contra de la opinión de todos.
Y mira que hay que ser cabezota, cabezón hasta límites absurdos. Tonto como él solo.
En todo caso, tengamos en cuenta que todos nosotros, en mayor o menor medida, creemos en cosas absurdas. No es nuestra culpa, es consecuencia del contexto y el tiempo en el que vivimos. La clave es no ser tan cabezota como para poner nuestra vida en riesgo por ello.
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