No se sabe todavía cómo ni cuándo, pero esta pesadilla tendrá un punto y seguido. Las consecuencias se sentirán por años, décadas, incluso siglos, ya que puede tener un efecto transformador y global.
Los seres humanos tenemos querencia con cosas como la de caer múltiples veces con la misma piedra, tanto es el gusto que tenemos por la mineralogía. Así que con el fin de recordar lo duro que es esto de confinarse y de paso suavizar la presión que ejercemos al medio ambiente y a los animalitos y a los pececillos, deberíamos implantar, a nivel mundial, una semana al año de confinamiento. Una especie de ayuno social colectivo, que nos ayude a levantar el pie del acelerador, mirar a los ojos a las personas con las que convivimos, disfrutar de todo lo bueno que nos rodea justo al alcance de nuestras manos, de recordar lo afortunados que somos con lo que ya tenemos.
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