Hace unos días tiraron al río la estatua de Edward Colston, un comerciante que vivió entre los siglos XVI y XVII, que entre sus negocios estaba la trata de esclavos.
Ayer la BBC y Netflix quitaron la comedia "Little Britain" de sus plataformas, porque "los tiempos han cambiado".
Entiendo ambas situaciones. No está bien tener la estatua en las calles de un reconocido esclavista, y algunos de los gags de "Little Britain" pueden ser políticamente incorrectos por como se bromea con el racismo, las mujeres o la desigualdad.
Pero, la verdad, "Little Britain" es una comedia que siempre me gustó, y reconociendo que hay límites que no hay que sobrepasar, censurar la comedia es un concepto que parece peligroso.
En ambos casos, el de Edward Colston y "Little Britain", se está juzgando el pasado con los ojos del presente, y eso tiene un lado inquietante. ¿Dónde ponemos el límite? Si empezamos a rebuscar la vida de las personas con estatuas por toda la ciudad seguramente encontraremos homófobos, maltratadores de mujeres, racistas... Julio Cesar, El Cid, Isabel la Católica...
Entiendo el revisionismo pero, cuidado, puede ser como un boomerang. La destrucción de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, en 2001, a manos de los talibanes, fue también un acto de revisionismo...
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