Harry el Sucio dijo en una de sus películas que "las opiniones son como los culos, todos tienen uno". Y no es que Harry Callahan sea un modelo a seguir en lo que a pensamiento filosófico se refiere, pero aquí hay que reconocer que dió en el clavo.
Tener opiniones en cualquier cosa, por poco que sepas de ello, es inevitable, inherente a la condición humana. Y en la mayoría de los casos es algo entretenido, es lo que da vidilla a las conversaciones, ¿no?
El problema es cuando una persona tiene el poder de llevar a la práctica las ideas que ha estado larvando en su mente durante mucho tiempo. Una cosa es teorizar sobre lo bueno que sería hacer esto o aquello, otra cosa es ejecutar esas ideas. Pensar y ejecutar son cosas diferentes, y no todo el mundo está capacitado para hacer ambas cosas a la vez, sobretodo cuando uno no sabe reconocer que el pastiche que le está saliendo no es lo que estaba planeado.
El resultado puede ser simplemente una habitación pintada con colores que no pegan ni con cola, o cosas algo más graves, como un Estado Stalinista o Vicepresidente de Podemos o un Presidente anaranjado.
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