La cantidad de variables que se miden y se convierten en datos se ha incrementado de forma exponencial en los últimos años. Tenemos datos sobre las películas que vemos, las fotos que nos gustan, el tiempo que pasamos leyendo un periódico, el dinero que nos gastamos en el supermercado, dónde nos vamos de vacaciones, cuántos pasos damos al día, nuestro ritmo cardíaco, la hora a la que nos levantamos, cuánto ahorramos, cuánto tiempo tarda nuestra aspiradora en limpiar la habitación, cuál es la temperatura y la calidad del aire de nuestra casa...
Todo esto y mucho, mucho más, está siendo almacenado en bases de datos, con la posibilidad de analizarlo, de conectarlo, de aprovecharlo. Hoy por hoy es un inconexo batiburrillo de números y texto al que no le hemos sacado mucho jugo, porque todavía hay mucho trabajo para organizarlo, conectarlo y sobretodo, desarrollar modelos y teorías que les saquen partido.
Pero no se trata sólo de un problema técnico, de unas líneas de código mágicas en Python, no es terreno para los "data scientists". Es un desafío sociológico que necesita de un Newton, de un Einstein, que defina las bases del entendimiento de la sociedad con el equivalente a la Teoría de la Gravitación o la Teoría de la Relatividad.
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