sábado, 12 de septiembre de 2020

Caminos por descubrir

Las hijas de un par de familias amigas nuestras van a empezar la Universidad esta semana. Se van a Londres a vivir en un colegio mayor, se independizan formalmente de sus padres, aunque todavía dependan económicamente de ellos.

Es un cambio brusco para los padres, que sufrirán el síndrome del nido vacío, pero para ellas comienza toda una aventura, la aventura de sus vidas, y no puedo evitar sentir una envidia sana.

Tener la vida por delante, experimentar por primera vez tantas cosas, equivocarte por el camino sin que las consecuencias sean irreversibles... Todo esto no es algo que ellas aprecien a sus 18 años, pero perros viejos como yo lo vemos un momento excitante que tiene que ser exprimido y aprovechado al máximo.

Una pena que cuando eres joven te falta la experiencia, y cuando tienes la experiencia no tienes la libertad, por las obligaciones que contraes al formar una familia, y la reducción de oportunidades que se manifiesta conforme te vas haciendo mayor.

Supongo que es posible encontrar un punto intermedio, y la verdad es que no me quejo de dónde estoy, de dónde me ha llevado la vida. Pero es cierto que no es lo mismo la inercia de una vida satisfactoria que las emociones de una por descubrir.


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