miércoles, 28 de octubre de 2020

5 de la mañana

Arsuaga se sorprende, en libro de Millás, de que la gente no se pelee por el centro de Madrid. Hay una multitud de personas yendo y viniendo, tomándose un café, charlando, sin que nadie se moleste, sin que nadie se incordie, sin pelearse. "Nos hemos domesticado a nosotros mismos, somos unos mansos", le dice a Millás.

Esto no fue siempre así, los seres humanos hemos sido violentos, muy violentos, hasta ayer mismo. Lo dice también Steven Pinker, que ha defendido en varios de sus libros que vivimos en la época menos violenta de la historia.

Arsuaga lo explica en términos evolutivos: la sociedad ha ido eliminando a los más violentos. Literalmente, ejecutándolos, o encarcelándolos, lo que implica limitar sus capacidades reproductivas. A través de generaciones, esta eliminación de los más violentos va dejando una sociedad de mansos, de personas que favorecen el diálogo frente al mamporro.

Pero este es un proceso relativamente reciente, hace sólo unos pocas generaciones la gente era objetivamente más violenta. En la época de los romanos, los vikingos, la Edad Media, incluso hasta hace bien poco los duelos a muerte eran legítimos, estaban permitidos.

Una anécdota quizá algo exagerada, quizás no. Recuerdo hace veinte años estar a las 5 de la mañana en un bar al aire libre de la Malvarrosa, cerrando la noche de Valencia. Un amigo me presentó a un amigo suyo italiano, que había venido por primera vez a la ciudad. Este italiano estaba alucinado con lo que estaba viendo: eran las 5 de la mañana, con un local repleto de varones borrachos y un buen número de chicas alrededor y... ¡nadie se estaba peleando! A los ojos de un italiano, llegar a esas horas de la noche, en ese contexto, era todo un logro que no hubiera algo de lío.

Quizás los valencianos nos amansamos antes que los italianos...


No hay comentarios:

Publicar un comentario