En la Naturaleza no se producen
"desechos" sino nutrientes, dando lugar a una cadena alimenticia en
la que siempre hay algún bicho que se aprovecha de ellos.
¿Y por qué no imitamos a la Naturaleza? Diseñar todos los productos de
tal forma que no generen contaminación sino que se conviertan en “nutrientes”
después de su uso, de tal forma que su consumo no sólo no sea perjudicial sino
beneficioso para el planeta. Liberarnos de la “culpa” por ser “malos” con la
Naturaleza, y centrarnos en ser “buenos”.
Parece una mezcla de buenas intenciones y palabrería hippy, pero es
el planteamiento de un químico y un arquitecto, Michael Braungart y William McDonough , que
han escrito el libro “De la cuna a la Cuna” en el que describen
una filosofía que está al alcance de la tecnología actual. Con la dirección y voluntad política adecuadas es una idea que valdría
la pena intentar.
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