Por primera vez desde hace unas pocas generaciones tenemos la sensación de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros.
La losa que supone el pesimismo que arrastramos por la crisis nos impide ver que a pesar de todos los problemas a los que nos enfrentamos, y que estamos causando, tenemos ante nosotros la oportunidad de darle la vuelta a la tortilla y construir un futuro más armónico con la Naturaleza y con nosotros mismos.
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