Esta semana fui al banco a solucionar unos temas con mis cuentas. Hoy en día se pueden hacer muchas cosas on-line, pero hay todavía algunas para las que es necesario ir a la oficina.
Así que ahí estaba, con mi mujer, frente a un chico joven que trataba de seguir un guion pre-establecido que le habían marcado desde la central. Sólo necesitábamos que pusiera a nombre de ambos unas de las cuentas, pero le tomó más de una hora atendernos. Entre que tomaba nota de “nuestra situación” y nos ponía videos para que entendiéramos lo que firmábamos, nos puso de los nervios. El ambiente “naftalino” del lugar no ayudaba, el traje que le venia grande al chaval tampoco.
Cada vez quedan menos oficinas bancarias. Después de la experiencia de esta semana, no me sorprende. En Internet encuentras más comodidad y servicios que en una oficina o lo que una única persona puede ofrecerte. Y lo mismo aplica al resto de negocios. Desde tiendas de ropa a electrodomésticos, pasando por los supermercados. El negocio tradicional que hemos mamado de pequeños está desapareciendo.
¿Es bueno o es malo? No lo sé, sólo sé que es inevitable.
Hay que recordar que lo que hoy nos parecen “cosas de toda la vida”, no lo son. Las tiendas de hoy en día son cosas del siglo XX, antes no existían. Como antes no existían LP’s o videos VHS. Fueron cosas pasajeras. Las “tiendas” han tenido su época, y su época se está acabando.
C’est la vie.
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