Mucha gente se frota las manos por la imparable tendencia, auspiciada por la pandemia, de trabajar desde casa. No más atascos, no más trayectos interminables en el metro, poder prepararte un café en la cocina de tu propia casa, poder preparar el desayuno a los niños, llevarlos al colegio...
Y muchas de esas cosas están muy bien, pero nada en este mundo es gratis. Esta tendencia viene con el riesgo de que las empresas se den cuenta de que si el trabajador puede trabajar desde casa puede, de hecho, trabajar desde cualquier casa. No hace falta que esté cerca de la empresa, en la misma ciudad, en la misma provincia, o incluso en el mismo país. El trabajo desde casa favorece el outsourcing de muchas funciones dentro de una empresa, lo que implica que tu trabajo lo puede hacer alguien desde Sri Lanka.
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