Hoy he visto en la cocina una moneda de 1 libra. Hacía tiempo que no veía una, así que la he cogido y le he mirado con curiosidad. Últimamente siempre pago con el "contactless", de ahí mi sorpresa, mi reacción de añoranza hacia esas viejas compañeras, las monedas.
Miles de años con nosotros y dentro de poco será una de esas anécdotas de la historia, como cuando se utilizaba la sal como dinero, o conchas de mar...
Los efectos del movimiento hacia los intercambios digitales son más evidentes en el Reino Unido, donde vivo, que en España. Aquí casi todo el mundo paga con el servicio de "contactless", y en algunos sitios estoy empezando a notar cosas que antes hubieran sido extrañas. Por ejemplo, en mi empresa, una multinacional, hay un servicio de cafetería y sólo se puede pagar con tarjeta, ya no podemos utilizar el dinero físico. Y hace unas semanas han subido los precios, mi "expresso" ha subido de 1.10 libras a... ¡1.27! Antes, estos centimos hubieran sido un incordio, por eso siempre se redondean los precios. Pero ahora, si no tienes que pagar con dinero físico, pues pones el precio que te salga de donde te salga.
Es sólo una anécdota, pero es un ejemplo de cómo un cambio en algo pude dar lugar a otros cambios inesperados, y algunos de éstos tendrán consecuencias importantes. Lo mismo que sucede con los cambios genéticos, mutación por aquí, mutación por allá y, voilá, de un lagarto te sale un pájaro.