En ocasiones es necesario un buen plan para que las cosas lleguen a buen puerto. Pero no siempre. Son innumerables los ejemplos de películas con presupuesto de millones de dólares que han estado en manos de gente inexperta que no sabía lo que hacía, lo que no ha impedido que se hayan convertido en obras maestras y éxitos comerciales.
Ya, claro, y hay muchos ejemplos también de fracasos rotundos, pero a lo que voy es a que hay algo de magia que se pierde cuando se trata de poner todo en un plan milimetrado. Es necesario cierto nivel de anarquía, sobre todo al inicio de un proyecto, para conseguir la magia que permite llegar a ideas realmente rompedoras, porque lo que hay al principio no son ideas totalmente racionalizadas, sino intuiciones que todavía tienen que ser pulidas, que necesitan ser maduradas, que necesitan de algo de fe, antes de que la lógica lo ensucie todo.