En enero de 1919 las cosas estaban algo confusas para el Almirante Cowan. La Primera Guerra Mundial acababa de terminar apenas un par de meses antes, sus soldados tenían unas ganas locas de volverse para casa, pero el gobierno británico estaba preocupado por la situación en su antigua aliada, Rusia. El país más grande del mundo había caído en manos de los bolcheviques y se rindieron a los alemanes un año antes, lo que cabreó bastante a los aliados (británicos, franceses y americanos), así que los británicos decidieron invadir el norte de Rusia con el fin de recuperar las armas que les habían dado para luchar contra los alemanes y que no fueran utilizadas por los bolcheviques en la guerra civil que acababa de comenzar en ese país.
Pero los marineros de sus barcos, como hemos dicho, estaban ya hasta el gorro de tanta geopolítica y empezaron a amotinarse, un poquito por aquí, otro poquito por allá. Eso de amotinarse, en tiempo de guerra, tiene como castigo la pena de muerte. Pero, ¿estaban en guerra? Formalmente, lo que se dice formalmente, no se había declarado ninguna guerra, así que el Almirante Cowan contactó con el Almirantazgo, que a su vez contactó con el gobierno británico, con el fin que aclararle la situación: ¿estamos en guerra con los Rusos? La respuesta fue algo así como que "sí, las fuerzas bajo su mando deberían considerarse en guerra", lo que clarificó la pena que había que imponer a los cinco líderes del motín: pena de muerte. Aunque luego fue conmutada por cinco años en prisión.
Si es que cuando se aclaran las cosas...