Las ideas pueden ser benignas, neutrales, malignas o simplemente aburridas, disfrazarse de pensamiento racional, de nacionalismos y patrias, de religiones, de conspiraciones, de chistes, de chismorreos, de resentimientos, de tertulias de café, copa y puro.
Se transmiten por el aire, por los oídos, por la vista, te impregnan, te abrazan con sus tentáculos, se enredan entre tus neuronas, contagian otros cerebros en función de su contexto histórico, social, económico y, sobretodo, emocional.
Lo que transmiten en realidad no son ideas, esto es sólo una tapadera, sino emociones y sentimientos. Una idea yerma de emoción tendrá poco éxito reproductivo, para extenderse necesita impregnarse de ese algo que llega al corazón del receptor, que le ayuda a identificarse, que le despierte ternura, miedo, satisfacción u odio.
Si lo consigue, estás contagiado.
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