Hace poco hemos visto en casa “Unorthodox”, una serie de Netflix que cuenta la historia, basada en hechos reales (con licencia creativa), de una chica de una pequeña secta ultraortodoxa judía que vive en Nueva York y escapa de su matrimonio y de su entorno para irse a vivir a Berlin.
Esta serie aporta elementos que la ayudan destacar de entre la abrumante cantidad de series que te provocan largos y sostenidos bostezos. Por una parte te enseña la inquietante realidad de una secta anclada en el pasado, machista, con costumbres y vestidos pintorescos, ajena a las novedades que ofrecen las tecnologías.
Por otra parte, la chica protagonista al escapar se enfrenta a una nueva realidad, cotidiana y hasta aburrida para todos nosotros, pero fascinante para ella. Descubrir como se puede utilizar un buscador de internet, utilizar un móvil, ponerse unos pantalones vaqueros, bañarse en la playa. Prácticamente como si metieras a una persona de la Edad Media en una máquina del tiempo y te la trajeras para acá.
Ante tanto chorreo de series, que uno ya no sabe lo que mirar, ayuda a aprender otras realidades, y ofrece unos personajes diferentes, casi extraterrestres, con los que identificarse y olvidar por un rato el tedio de tanta cuarentena.
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