viernes, 10 de enero de 2020

Mi abuelo el Carlomagno


Tú y yo somos descendientes de Carlomagno. Ahí lo dejo.
Bueno, va, lo explico un poco. ¿Cuántos padres tienes? Dos. ¿Abuelos? Cuatro. ¿Bisabuelos? Ocho. Y así sucesivamente. Si vamos atrás 40 generaciones, lo que viene a ser mil años, ¿cuántos tátara, tátara, tátara, etc, abuelos tienes? 1,000,000,000,000. 1 billón. Lo que tienen las cosas exponenciales, que se aceleran y se vuelven muy locas. Y salen demasiados abuelos para los 300 millones de personas que poblaban la tierra por entonces. El truco está claro: las líneas se cruzan. Hay cierto nivel de endogamia, uno se acaba casando con un primo segundo sin darse cuenta, y más en el pasado, cuando la gente vivía en pueblos y apenas tenían movilidad geográfica. Pero aun teniendo en cuenta este efecto, los matemáticos y biólogos nos sugieren que todos los europeos venimos del mismo grupo de personas hace poco más de 1000 años. Lo que implica que descendemos de la realeza de aquella época, y de los asesinos, y de los de una región, y los de otra. De lo bueno y de lo malo.
Ayuda a ver la cosa de las fronteras de otra manera.


jueves, 9 de enero de 2020

Escuchar voces


En los últimos días he visto la mini serie “The 2 Popes” y la mayoría de los capítulos de la serie “The Messiah”. La primera interesante, la segunda un bodrio que sólo sigo por curiosidad.
En ambas historias encuentro la fábula de un Dios que se comunica con señales que no son fáciles de entender. Que si el Papa Francisco, cuando era joven y estaba dudando entre convertirse en cura o casarse con su novia (¡?), pasa por la puerta de una iglesia, decide entrar y entiende que Dios le está diciendo que se dedique a su negociado. Que si el Papa Benedicto XVI planea abdicar pero no sabe cómo evitar que su contrincante principal, el cardenal argentino que acabará siendo el Papa Francisco, sea su sucesor; pero entonces va y recibe una petición de este cardenal para jubilarse; el Benedicto, en lugar de decir “joer que potra, esta es la mía”, entiende que esta coincidencia en un mensaje de Dios, que le está proponiendo que es el argentino el que debería ser el nuevo Papa. Que si un supuesto Mesías encandila a todos con mensajes ambiguos y vacíos, y si no se entienden, pues será que Dios es misterioso y eso, que lo suyo es dejar de pensar y dejarse llevar, que lo de pensar tiene muy poco flow.
Qué bonito sería que algo así fuera verdad: un ente todopoderoso y bondadoso que cuida de nosotros, nos guía, nos da señales, que no pasa nada si no las entendemos, que él ya sabrá, que no nos preocupemos.
El problema que este cuento de hadas, que puede estar bien para embaucar a nuestros niños cuando les damos los regalos de Navidad, tiene efectos perversos en los adultos, porque se comportan como niños, dejando que ese otro ente, más adulto y sabio, tome las decisiones. Pero encima es una dejadez ilusoria, porque son ellos, a través de sus subconscientes, los que de verdad están tomando las decisiones. Así que, Papa Francisco, no fue Dios el que te dijo que dejaras a tu novia, fuiste tú mismo el que tomó la decisión, aunque no fuiste lo suficientemente valiente para reconocerlo.

miércoles, 8 de enero de 2020

Se nos acabó el territorio...


El Impero Romano se basó en una cultura de machos de pelo en pecho que no paraban de guerrear. Se aprovecharon de su gran ventaja competitiva: cuando querían eran organizados de la ostia. Lo mismo para coordinar sus tropas que para gestionar la burocracia. Con sus ineficiencias relacionadas con la inusitada corrupción, vale, pero los tíos eran organizados hasta para eso.
Les costó lo suyo deshacerse de los Cartagineses, pero en cuanto se los quitaron de encima y se centraron en invadir territorios menos coordinados, pues se los llevaban por delante: los pueblos de la Península Ibérica, la Galia, Inglaterra… Una expansión basada en el saqueo. Pero, se les acabó el territorio para conquistar: que si por el norte hace mucho frío, que si por el sur hay un desierto enorme, que si por el este un océano, que si por el este hay gente con muy malas pulgas y nos da pereza. ¿Qué pasa si no conquistamos más? Pues guerras internas, y entre guerra civil y guerra civil, hay que producir algo. Total, que como no era lo suyo pues viene lo que viene después de los apogeos: decadencia.
Y en la Península Ibérica, pues tres cuartos de lo mismo. Una dinámica de siglos de conquistar territorio musulmán, llegamos a las playas de Málaga y que se nos acaba el territorio en la península. La tremenda suerte es que justo al mismo tiempo va y conquistamos todo un continente, manda huevos. Y para allá mandamos a gente, con esa mentalidad conquistadora/expoliadora. Y a otra gente la mandamos a conquistar otras zonas, del norte de Europa, de Italia. Venga, a saquear, a aprovecharse de lo que otros han producido. Que produzcan otros.
Y claro, las conquistas acaban, y hay que ponerse a producir algo, pero como no lo hemos mamado, pues no nos sale. Y empieza el declive.
Que sí, que tanto los romanos como los españoles hicieron cosas buenas también, con sus acueductos, sus misiones, sus calzadas y todo lo que tú quieras, que no todo era saquear.
Pero si los grandes personajes que nos quedan son conquistadores… pues eso.

martes, 7 de enero de 2020

Tirar heces por la ventana


Creer en que la acción del hombre está provocando un cambio climático implica que tienes tendencias izquierdosas. Si eres una persona de derechas, como Dios manda, estás en contra de este planteamiento. ¿Por qué?
Este problema no debería situarse en el eje izquierda-derecha, pero lo está. En parte porque la izquierda, huérfana de claros referentes ideológicos, la ha hecho suya. En parte porque la tendencia natural de los “conservadores” es eso, “conservar”, estar en contra de todo lo que suponga cambiar el status quo.
Reconozco que no he leído de primera mano lo suficiente, mi conocimiento se basa en titulares de periódicos y algún que otro artículo que habré leído en más profundidad. Los “negacionistas” tienen razón en afirmar que los cambios climáticos se han sucedido en la historia de la humanidad, y antes nunca han estado provocados por el hombre. Y puede que no existan pruebas inculpatorias definitivas acerca de que este evidente cambio climático que estamos sufriendo esté siendo provocado por nosotros, los seres humanos. Pero los indicios son tan claros que no podemos esperar a ser lo suficientemente inteligentes como para demostrarlo categóricamente. Nos estamos jugando demasiado, hay que cambiar en el entramado de nuestra economía, diseñar una que sea más respetuosa con la naturaleza.
Requiere un gran esfuerzo, sí, pero es necesario. Y será visto como algo normal en el futuro. Desde la perspectiva de hoy nos parece una barbaridad que en las ciudades de la antigüedad la gente tirara por la ventana las evacuaciones que acaban de producir. La falta de infraestructuras en los edificios invitaba a ello. No fue ni fácil ni barato introducir los desagües en los edificios y las calles, pero todos estamos de acuerdo hoy que valió la pena. Lo que estamos haciendo hoy con el medio ambiente es el equivalente a tirar nuestras heces por la ventana. Como mínimo, está feo. Arreglémoslo, dejemos las tonterías políticas para otras cosas menos importantes.




lunes, 6 de enero de 2020

50%

Brexit, Trump, Cataluña, derecha vs izquierda en España...
¿Por qué las sociedades parecen divididas en porcentajes cercanos al 50%?
¿Es posible que en esta era de redes sociales, de immediatez de la información, las sociedades tiendan a polarizarse? Pero, ¿por qué el 50%?

domingo, 5 de enero de 2020

Puertas automáticas, mentes desprevenidas

Hace un par de semanas, viajando en tren, observé como una persona de unos 70 años tuvo dificultades para entender el mecanismo que abría un cerraba una puerta. Era la puerta que comunicaba un vagón con otro, se cerraba de forma automática una vez que te alejabas de la puerta, gracias a un sensor de movimiento. Como el hombre no lo sabía, trataba de cerrar la puerta a la fuerza, cuando se daba por vencido se iba, el mecanismo activaba el cierre automático y el hombre, al darse cuenta de que, de forma lenta, se iba cerrando, se acercaba a la puerta para ayudarla a que se cerrara. Pero, claro, al detectar movimiento, el sensor mandaba a la puerta abrirse otra vez...
Y así, el pobre hombre, tratando de cerrarla, alejándose, acercándose... Una situación algo cómica, la verdad, hasta que algunos de nosotros le indicamos a esta persona que lo que tenía que hacer era olvidarse de la puerta.

Ésta persona no entendía el mecanismo que hacía funcionar esa puerta, era algo tan alejado de sus experiencias que no entendía lo que estaba pasando. Pero, ¿con cuántas de situaciones similares no enfrentamos en nuestro día a día? Tal vez no son tan cómicas o evidentes, pero la complejidad del mundo que nos rodea, su continua evolución, nos expone a muchas situaciones para las que, probablemente, nuestros cerebros no estén adecuadamente equipados.

sábado, 4 de enero de 2020

Imponer vs Contribuir

Pagar impuestos no mola. Pero, bueno, en realidad sí mola.

La propia palabra "impuesto" no ayuda a percibirlos de una forma positiva. "Imponer" implica obligación, coherción, falta de libertad y, si me apuras, sugiere incluso algo de violencia.

Pero con los impuestos se hacen cosas chulas: carreteras, hospitales, escuelas, cultura... Pagar impuestos implica contribuir al bien común y eso es algo bonito, ¿no?

Vale, que hay otras cosas que no molan: corrupción, despilfarro, demasiados políticos y funcionarios, armas... Pero todo esto se puede arreglar, es cuestión de ponerse y ser más exigente, tener más controles, más eficiencias, y, por qué no, cambiar la percepción de los impuestos, empezando por el nombre.

¿Y si los llamaramos de otra forma? ¿Algo que implique ideas más positivas? Algo relacionado con contribuir, ayudar, cooperar...

Las palabras son importantes.

viernes, 3 de enero de 2020

Inteligencia Artificial, el nuevo Dios

Dios está en las últimas, la Ciencia y su vertiente práctica, están acabando con Él.

¿Seguro?

La esencia de Dios sigue ahí. Puede que no se trate de una persona barbuda que vive por allá arriba y crea mundos y dicta normas y manda plagas o diluvios. No, ahora se trata de otro tipo de Dios. Puede que no tenga un nombre concreto, pero está implicito en muchas de las cosas que nos rodean.

Una de esas manifestaciones se encuentra en las expecativas que tenemos por esos algoritmos que van a ser capaces de resolver lo que nosotros nos somos capaces de resolver. La "Inteligencia Artificial" tiene un vertiente mágica, es como un ente sobrenatural que viene y resuelve nuestros problemas, sin nosotros saber cómo, ni que nos fuera a importar. Machine Learning, Deep Learning... utiliza algunas de estas palabras y... "voilá"... problema resuelto. Esta actitud haca la Inteligencia Artificial está arraigada en nuestra psique, forma parte de nosotros, los Homo Sapiens, probablemente es incluso una de las razones de nuestro relativo éxito como especie.

Pero estaría bien corregir estas actitudes, evitar utilizar palabras mágicas para cubrir huecos en nuestros discursos. Si renunciamos a tratar de entender la lógica que hay detrás de la tecnología la estamos tratando como un Acto de Fe, empezamos a replicar algunos de los aspectos más incómodos de la Religión.

jueves, 2 de enero de 2020

El Libro de Autoayuda por antonomasia

Las librerías tienen secciones enteras de libros de auto-ayuda, lo que implica que hay una necesidad clara en la sociedad y en las personas de buscar respuestas.

Una necesidad que siempre ha estado ahí, la Religión se ha ocupado de ello. De esta forma podemos entender a "La Biblia" como el libro de auto-ayuda más vendido de todos los tiempos.

miércoles, 1 de enero de 2020

Histeria Coletiva

Estamos en Francia en 1870. Los ánimos están agitados por la guerra que está aconteciendo con Prusia. 

El alcalde de un pueblo vecino, Alain de Manéys, conocido por todos por su generosidad, acude a la feria del pueblo cercano, Houtefaye. El pueblo solo tiene 45 personas, pero debido a la feria en el pueblo hay unas 700 personas. 

En el periódico sale la foto de un espía, Alain de Monéys es confundido en Houtefaye con un espía republicano de Prusia. Alain es insultado, vejado, torturado. El párroco trata de disuadirles, les convoca a la iglesia para tomar algo de vino. Poco después la masa ata a Alain de Monéys en un palo, le queman vivo y, según dicen, se lo comen.

Adultos y niños participaron en la barbarie. Hubo personas que le acuchillaron que incluso minutos antes habían estado hablando tranquilamente con Alain de Monéys. Al día siguiente no recordaban nada y no podían creer lo que habían hecho

El escritor Jean Teulé autor del libro “Los caníbales” sobre los sucesos del pueblo de Hautefaye en 1870, tiene una hipótesis: en la zona del Perigord en aquel entonces se tomaba un vino fabricados con uvas Noa o Noah (prohibido en Francia desde 1935). Las cepas de uvas se infectaron de filoxera,lo que las convirtió en una especie de cocaina líquida. El vino, la guerra y el odio al supuesto espía republicano fueron la chispa de este macabro crimen. 

domingo, 17 de diciembre de 2017

Inmortalidad

   Apenas recuerdo mi vida mortal. Nací hace millones de años, no recuerdo cuantas veces, no sabría decir cuál de esas vidas fue la primera. O, mejor dicho, me da pereza calcularlo con precisión. Digamos que fue a finales del siglo XXI, alrededor de la década de los 70. Fui hombre, mujer, niño, anciano, huraño, generoso, feliz e infeliz... Fui todo lo que los seres humanos que forman el origen de mi existencia fueron, con sus virtudes, sus defectos, sus pasiones, sus anhelos, parte de esa minoría de la humanidad que disfrutaba del 95% de la riqueza del planeta Tierra, aquellos que pudieron permitirse la tecnología que abrió las puertas a la inmortalidad, externalizando mentes primero de unos cuerpos a otros, más tarde a unos híbridos hombre-máquina, para pasar finalmente a una difusa nube en la que todas las vidas, todas las mentes, acabaron por amalgamarse en una sola, una única existencia que sobrevivió a todas las vidas mortales, infinita, omnipresente, ese Dios en el que me he convertido.

   Millones de años después sigo recorriendo el Universo, descubriendo mundos, explorando sistemas, creando vida en planetas cuyos seres evolucionarán, se preguntarán de dónde vienen, desarrollarán la tecnología que les acercará a lo que me he convertido, se fundirán con mi existencia para seguir con un ciclo infinito y absurdo, un impulso, el castigo del instinto de supervivencia.

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viernes, 14 de julio de 2017

800 idiomas en Papua Nueva Guinea

   En Papúa Nueva Guinea viven unos 7 millones de personas en una extensión un poco menor a la de España, y es el país con más idiomas del mundo: más de 800 (con una media de 7.000 habitantes por lengua, muchos tienen apenas unas decenas).
 

La mayor parte de la población es de origen “Papú”, descendientes de los primeros seres humanos que poblaron aquellas latitudes hace más de 40.000 años. El resto de población indígena son unos recién llegados como quien dice, los “Austronesios” que llegaron hace “sólo” 4.000 años.
Las razones de esta diversidad:
  • Tiempo – Hace mucho tiempo que los seres humanos llegaron por allí, probablemente mucho antes de que llegaran a Europa, por ejemplo.
  • Orografía – Montañas, acantilados, islas, selvas… Esta isla lo tiene todo, hasta tribus que no tienen contacto con el exterior.
  • La falta de un estado que haya unido la isla hasta hace poco.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Camisetas solares y perros-dinamo para pasear por el parque que cagan voltios

Elon Musk, el millonario visionario que quiere enviar a los seres humanos a Marte, anunció el año pasado un nuevo tipo de paneles solares que podrían revolucionar este mercado.

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La idea es bastante simple, pero podría ser efectiva. En lugar de poner paneles solares encima de tu tejado, el tejado es en sí mismo un panel solar. Si la tecnología avanza en esta dirección, por qué no, todas las superficies que nos rodean podrían tener la capacidad de capturar y almacenar energía solar: desde las paredes de los edificios hasta las aceras y las calzadas, desde atractivas esculturas distribuidas estratégicamente por las ciudades hasta las camisetas que nos ponemos. Incluso el perro que paseamos por el parque podría tener una dinamo que captura electricidad para ver la tele luego en casa.Ya puestos, el zurullo que recogemos en la bolsita podría ser aprovechado por un artilugio para convertirlo en un puñado de voltios.

domingo, 5 de marzo de 2017

Filtros

   No hago muchas fotos, debería hacer más, creo.
   Esto es algo relativo, claro, todos nosotros hacemos muchísimas más fotos que antes debido a que nuestros teléfonos están equipados con unas cámaras bastante sofisticadas que nos permiten improvisar y captar cualquier momento: el plato que estamos comiendo con unos amigos, unas hojas en el suelo, unas sombras, o los consabidos selfies. 
   Todo esto es nuevo, es consecuencia de la tecnología que tenemos ahora en nuestras manos. Antes no se nos hubiera ocurrido hacerle una foto a la Mahou a medio beber que tenemos encima de la mesa, porque entre el carrete y el revelado te costaba un ojo de la cara, además que con todas las semanas entre hacer la instatanea, el momento de ir a la tienda a entregar el carrete y el tiempo que tardaban en darte las fotos se te hubiera olvidado que le hiciste una foto a una botella.
   Pero vamos, que todo esto me parece muy bien. Cuantas más fotos mejor, aunque sean bastante tontas. O cuanto más tontas, casi mejor. Porque nos ayudan a recordar hasta los momentos más triviales. 
   Repasar fotos de hace años es algo cojonudo, lo normal, a no ser que hagan referencia un acontecimiento especialmente negativo, es que te ayuden rememorar todo lo positivo de aquel momento, como si todo hubiera sido fantástico, saltándose todo lo soso, lo monótono, a pesar de que la realidad en su momento hubiera sido un 80% de aburrimiento. Es como si las fotos fueran capaces de producir un concentrado de vivencias, un chupito de sensaciones, un latigazo de emociones. 
   Y ya si le pones un filtro, de esos que Instagram ha hecho famosos, ya es la repera. La foto puede que sea de hace dos horas, pero una capa de tonos amarillentos, como replicando los colores cutres de las fotos de los años setenta, le da un tono épico que te hace olvidar que te has pasado la mañana aburrido como una ostra esperando en el ambulatorio, que te da tal subidón que te crees Robert Capa haciendo fotos a milicianos en la Batalla de Teruel. Y encima la publicas y tu "foto a una farola", que así es como la has titulado, recibe los likes de docenas de tus amigos, que se ve que tenían tiempo de mirar las fotos que los amigos van haciendo por ahí a las farolas.
   Pero, repito, sarcasmos aparte, todo esto me parece cojonudo. La vida pasa muy deprisa, demasiado, y nuestra memoria es una autentica porquería. Se nos olvidan muchas cosas, pero muchas. Y la vida no es un "continum" de vivencias, es más bien una serie "discreta" de acontecimientos (entiéndanse el ángulo matemático de estos términos). Saltamos de acontecimiento "A" a acontecimiento "B" sin recordar muy bien como coño pasamos de "A" a "B". Así es como funciona nuestra memoria, por lo menos la mía. Y cuantas más fotos, mas acontecimientos para rememorar, y más sensaciones positivas que disfrutar. Así que, conciudadanos, hagamos fotos sin ton ni son, a las farolas, a las botellas de cerveza, a las palomas, a los amigos, a la familia, a las nubes, a los árboles, a la taza del water si hace falta, y publiquémoslas, lancemos a los cuatro vientos que estamos tomando un pincho con unos amigos en el bar de la esquina, que le has hecho una foto a la sombra que la papelera de al lado de casa de tu madre está formando sobre el irregular empedrado de la acera, gracias a la inestimable colaboración del retraso del ayuntamiento de turno en repararlo, captemos todos esos momentos que de otra manera acabarían desapercibidos, ignorados, borrados de la existencia. 

   Fotografiad, fotografiad, Malditos!
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viernes, 10 de febrero de 2017

Tal como éramos


   Las exigencias del ser humano primitivo eran distintas a las nuestras.

   En lugar de agobiarse por la falta de cobertura en el móvil se angustiaban por el tigre que merodeaba los alrededores y que le había marcado como objetivo para el almuerzo; no acudían refunfuñando al trabajo, maldiciendo su mala suerte por el jefe que les había tocado, sino que mostraban su estupefacción ante la aparente arbitrariedad de los Dioses a la hora de terminar con la vida de los niños de la tribu; no necesitaban de una aparatosa infraestructura tecnológica para ser entretenidos, sino que se juntaban alrededor de una hoguera para contarse historias.

   Y lo curioso es que es posible que las emociones que sentían ellos y las que sentimos nosotros sean las mismas, con intensidades parecidas, a pesar de que el estímulo externo que las provoca tenga consecuencias diferentes (“Batería del móvil está a punto de acabarse” vs “Serpiente Pitón a punto de engullirme”, por ejemplo).   



 

domingo, 5 de febrero de 2017

Miradas desde el futuro

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  Defender la esclavitud por el impacto económico que supondría liberar a los esclavos, un punto de vista que podría defender un latifundista del sur de Estados Unidos a mediados del siglo XIX, nos parece una barbaridad, visto desde nuestro bien entrado siglo XXI. Por encima del impacto económico que puede sufrir parte de la población está el respeto a los derechos humanos.

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  Del mismo modo, oponerse por el inevitable impacto económico a medidas drásticas para acabar con un sistema económico que beneficia a unos pocos pero que arruina el medio ambiente a nivel global, afectando el presente y a generaciones futuras, será visto tan anacrónico en un futuro cercano como percibimos hoy la esclavitud del siglo XIX.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Sugar Man: Universos Paralelos

Había leído algo sobre este documental, Searching for Sugar Man, pero hasta ayer no lo había visto:
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(Advertencia: Spoiler! Si quieres ver el documental, y lo recomiendo, no sigas leyendo...)

Un cantautor latino, de nombre Sixto Rodriguez, publica un par de discos a principios de los 70 en Estados Unidos, pero fracasan comercialmente y nada más se vuelve a saber de él.

De alguna forma estos discos llegan a la aislada Sudáfrica del Apartheid de los 70 y 80 y se convierten en un éxito a la altura de Los Beatles o Elvis. Pero nadie sabe nada de Rodriguez, sólo rumores, rumores que coinciden en que se suicidó a principios de los 70 durante un concierto, unos dicen que pegándose un tiro en la cabeza, otros quemándose vivo frente a su público.

Sin embargo, Sixto Rodriguez sigue vivo. Tras intentar publicar su tercer disco, que no llega a ver la luz, deja la música y vuelve a una vida normal, como un trabajador anómimo de la construcción. No tiene ni idea de su éxito en Sudáfrica, el dinero no le llega porque, presumiblemente, el antiguo propietario de su discográfica se lo está embolsando.

A medidados de los 90, coincidiendo con la republicación de uno de sus discos, un par de fans de Rodriguez quieren saber más de él. Siguen la pista del dinero y, tras algún tiempo, descubren que... está vivo! Entusiasmados, contactan con él y lo traen a Sudáfrica, donde es recibido como una estrella y ofrece una serie de conciertos.

Una historia increible, que probablemente no va a suceder otra vez en este planeta interconectado en el que vivimos, que es fruto de las particularidades de un mundo aislado como fué el Apartheid de Sudáfrica.

Una historia que deja un poso a mitad camino entre la esperanza y la frustración. Es una demostración de que todos somos la consecuencia de las decisiones que hemos tomado, de las que han tomado otros, de las fuerzas que  nos han empujado, de las casualidades, de los vientos, de la inercia. Somos lo que somos, pero otro Yo podría haber exisitido si el camino hubiera sido otro. 

Otro Yo, mejor, peor, igual, diferente.

Otro Yo podría haber existido. Otro Yo todavía puede existir. 

Antes de que sea demasiado tarde.

miércoles, 1 de junio de 2016

El fin del trabajo

  Hay muchos millones de parados en España, demasiados. Los diferentes partidos políticos, en su supina ineptitud, no son capaces de ofrecer una solución clara aunque, la verdad, incompetencias aparte, el problema no tiene fácil solución. Y no la tiene porque la raíz del problema es estructural y va más allá de lo que un país de medio pelo puede abarcar.  

   Es la Tecnología, estúpido! podríamos decir cuasi parafraseando a Bill Clinton. El trabajo, tal y como lo conocemos, se nos está acabando. El poder de computación, en los albores de la mecánica cuántica, sigue creciendo de forma exponencial, el desarrollo de algoritmos de Machine Learning está haciendo posible automatizar y hacer más efectivos procesos que hasta ahora requerían de seres humanos; la fuerza irreversible de la globalización sigue empujando hacia la total evaporación de cualquier actividad industrial que todavía somos capaces de mantener... Se nos está quedando un país de sol y playa, de bares, de peluquerías, de construcción y de puticlubs. Casi todas profesiones muy nobles, pero no suficientes para mantener una sociedad que aspire a cierto nivel de bienestar.

  Nos dirigimos hacia una encrucijada de diferentes escenarios sociales y económicos. Podemos acabar haciendo realidad esas distopías del que algunas obras de ciencia-ficción nos han advertido, como Código 46, Elysium o el mismísmo HG Wells con su "Máquina del Tiempo"; o podríamos elegir un modelo en el que las máquinas hacen la mayor parte del trabajo, el poco que nos queda lo repartimos entre todos y una especie de Estado del Bienestar Global asegura que todas las personas, iguales en derechos y obligaciones, participen de forma justa en una sociedad planetaria.

  Qué ingenuo suena, verdad? Pues imagínate cuál va a ser el camino que acabaremos tomando si no empezamos a imaginar desde ya cómo podemos hacerlo realidad.

jueves, 24 de marzo de 2016

Escenas Memorables: Mi nombre es Iñigo Montoya...

"Mi nombre es Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir"

Toda una vida esperando este momento, el gran Iñigo Montoya (Mandy Patinkin, el Saul Berenson de Homeland, que inició su carrera cantando en musicales de Brodway) por fin logra vengar a su padre en una de las mejores escenas de la memorable Princesa Prometida.

domingo, 24 de enero de 2016

Muertes al día en el mundo

   Unas 150.000 muertes al día en todo el planeta, 100.000 de ellas por causas relacionadas con la edad. Pero cuando la estadística se centra en los países desarrollados, la proporción alcanza el 90%.
   El 58% de las muertes están relacionadas con la malnutrición.