Amazon, Apple, Coca-Cola, Shell, Ford, Toyota, Unilever, Accenture, ExxonMobil, IBAM, Microsoft, Glencore, Samsung, Nestlé, Google, Vodafone, McDonald's, Alibaba, Facebook...
Todas estas empresas son multinacionales, con un producto interior bruto mayor que el de muchos países. Como el término "multi-nacional" indica, son organizaciones que van más allá de las fronteras de los países de los que surgieron, con el tiempo el centro de todas ellas se difumina, decisiones empresariales que las hacen gravitar hacia los lugares con impuestos más laxos, la fuerza de trabajo se distribuye hacia los lugares con mano de obra más barata, los países rivalizan por obtener sus inversiones, sus innovaciones afectan al desarrollo de una región, de una nación, de todo el planeta.
Sin querer caer en razonamientos conspiranoicos, la realidad es que la gestión de estas empresas no se rige por principios democráticos, sino por principios de propiedad privada. Todo el extraordinario poder que estas empresas poseen no está regido por principios relacionados con el bien común, sino con principios relacionados con la maximización del beneficio.
La sensación es la de vivir en una nueva versión de feudalismo en la que unos oligarcas tienen todo el poder y el resto somos siervos que contribuyen a su riqueza.