La época de los grandes héroes que desarrollaban una idea sentados bajo un manzano o un invento en el garaje de su casa ha pasado. El nivel de complejidad del conocimiento de hoy en día no deja lugar a los individualismos, sólo las mentes que colaboran son capaces de dar un paso más en el desarrollo de las ideas. Y el salto exponencial en esa necesaria colaboración lo ha permitido la llegada de Internet. Desde la creación de contenidos en un medio de comunicación, que se nutre de tweets de millares de seguidores, al desarrollo de experimentos científicos, en los que colaboran equipos multidisciplinares de diferentes partes del planeta; la personalización, la heroificación, a la que hemos estado acostumbrados desde hace milenios, resulta caduca y engañosa.
Aún quedan reductos de la individualidad, como el escritor de novelas o el pintor de vanguardia, pero sólo porque no terminan de reconocer que lo que crean es fruto más de lo creado por la sociedad en la que viven, una especie de colaboración silenciosa y anónima, que por su propio ingenio. Las mejores creaciones hoy en día son el resultado del esfuerzo conjunto de decenas de guionistas, productores y directores de Cine o Televisión.