En "La guia del autoestopista galáctico" una civilización extraterrestre crea un superordenador y le preguntan cuál es el "sentido de la vida, el Universo y todo lo demás". El ordenador, 7 millones y medio de años después, contesta: 42.
Una pregunta ambigua, lleva a un esfuerzo importante para dar una respuesta inútil. Esto no es sólo una broma en un libro de ciencia-ficción, forma parte del día a día que nos rodea. Porque todos queremos respuestas directas, concisas, iluminadoras, que nos guíen, que nos salven el día, que nos liberen de esta realidad compleja, pegajosa, incómoda, en la que estamos inmersos.
Trabajo en el mundo del "data", y éste es el problema más importante al que me tengo que enfrentar todos y cada uno de los días. El problema de las expectativas de solucionarlo todo con un gráfico, la frustración de tener que responder a preguntas mal formuladas, el desafío de explicar que lo que te están pidiendo no tiene sentido, la obligación de tener que entregar algo aunque sepas que no va a ser aprovechado, las dificultades de centrar tus esfuerzos en lo que realmente tiene más valor, frente a dedicarlos a objetivos más vacíos e innecesarios...
Todos quieren un número que lo explique todo, un "42" que les lleve directos al Nirvana, un éxtasis de iluminación, un número que les revele el sentido de la vida, del universo y de todo lo demás. Pero, claro, no está en mis planes dedicarle siete millones y medio de años para cada una de estas peticiones, y tanta expectativa se me hace un poco pesada.